21 noviembre, 2018

Frenar la corrupción empieza por cuestionar nuestra ética

Con las recientes noticias de funcionarios investigados como Emilio Lozoya, ex director de PEMEX y otros 18 ex funcionarios de la misma empresa, queda claro que los actos de corrupción siempre requieren de una figura de autoridad: un servidor público que utiliza su posición de autoridad para provecho económico o de otra índole.

Siempre se nos ha hecho creer que la corrupción es algo cultura. Sin embargo, estoy en desacuerdo. Son muchos los mexicanos que no compartimos las prácticas y costumbres ‘antivalores’ que se evidencian en un régimen gubernamental corrupto, que no es lo mismo que una cultura corrupta. Por definición, cultura es un conjunto de valores compartidos

El punto es que si no hubiera autoridad que aceptara sobornos, no habría empresas que sobornaran. Cuando nuestros políticos emiten frases como”, “quien no tranza no avanza”, las esperanzas de cambio, por supuesto, se destruyen, porque son las autoridades quienes justifican el soborno y otro tipo de prácticas poco éticas.

Un servidor público, como su nombre lo dice, está para servir a la población, cual sea el cargo que se ocupe (el presidente de la República no es una excepción). Su función es servir y. como cualquier colaborador, recibe un sueldo y prestaciones por hacerlo bien, sin esperar nada extra a cambio. Desafortunadamente, quienes llegan a estos puestos lo ven como ganarse la lotería.

Necesitamos levantar la voz, nadar contra la corriente y denunciar los actos de corrupción para que salgan a la luz. Como dice una frase coloquial: “hay de dos sopas: somos parte de la solución, o parte del problema”.

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